“¡QUÉ BIEN SE ESTÁ AQUÍ!”
“El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su trono.”
(Sal 96,1-2)
Iª lectura: Dan 7, 9-10. 13-14; Salmo: 96; IIª lectura: 2Pe 1, 16-19; Evangelio: Mc 9, 2-10
En
la fiesta de la Transfiguración del Señor, recordamos el rostro sereno de
nuestro patrono: el Santo Cristo de la Grita. Sus facciones, su dolor, su
serenidad, se muestran a cada fiel como un signo de lo que cada devoto busca en
Él. Nuestra vida se centra en lo que
significa para cada uno la presencia de Cristo crucificado y glorificado; su
vida, su rostro, su ejemplo, son reglas de vida para seguir con convicción
CON JESÚS ESTAMOS BIEN
Una
de las páginas más hermosas del Evangelio es esta: la Transfiguración de Jesús
en presencia de Pedro, Santiago y Juan. Sin duda, muchas veces hemos sido
testigos de la Palabra de Dios en cuanto somos parte de la Iglesia, pero aún
así no ha sido suficiente para poder decir con Pedro: “qué bien se está aquí” (Mc 9,5).
Santo Cristo de los milagros de La Grita |
La expresión del Apóstol es la de quien,
viendo a Jesús y la plenitud de su compañía, no tiene necesidad de más nada.
Los discípulos que ven a Jesús transfigurado se dan cuenta que la luz que
irradia el Maestro está por encima de todos los problemas y vicisitudes de la
vida, ellos no lo piensan dos veces, saben perfectamente que en Dios y con Él
se está bien. Después de esa manifestación vuelve la vida cotidiana, lo que
debemos experimentar y peregrinar para lograr estar en Dios y saber que podemos
estar con Él y cumplir su voluntad para ayudar a quien lo necesite, incluso
nosotros.
Estar bien con Jesús no es algo mágico,
no confundamos las expresiones. Es algo real y concreto, verdadero y preciso,
un toque de fe en nuestra vida para hacerla crecer en medio del ambiente donde
nos desenvolvemos. La vida en Cristo implica también reconocerlo como parte
fundamental de ella en nuestros corazones; si la vivimos, podremos repetir sin
cansarnos: estamos bien con Jesús, no nos falta nada, no nos importa tanta
superficialidad ni ambigüedades pues Él nos da la fuerza necesaria para caminar
en su nombre y llevar la esperanza a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
MARÍA, TESTIGO DE LA LUZ
María
Santísima nos enseña a caminar con Dios, confiar en Él y donarnos totalmente para descubrir a cada momento la
transfiguración que realiza todos los días en nuestros corazones.
Seamos testigos, portadores de paz y dispongámonos a servir al Señor llevando
su mensaje de amor y esperanza, con obras concretas, pidiendo al Cristo del
rostro sereno nos guíe a cada momento.
“Cristo
amoroso que en la cruz clavado, tu pecho muestras por mi amor herido.
Lava
en tu sangre con eterno olvido la mancha torpe de mi vil pecado.
Por
ser fuente de bienes me has amado, y con muerte afrentosa redimido
Por
serlo yo de males te he ofendido y tus santos preceptos
quebrantado.
Tu
real palabra has obligado a darme los bienes cuando yo te los pidiera,
¡Con tan gran caridad llegaste a
amarme! ¡Oye,
Señor mi petición postrera!
Pues
moriste por solo perdonarme. ¡Perdóname, Señor antes que muera! Así sea.”
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com
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