José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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viernes, 29 de abril de 2016

VI° Domingo de Pascua, 1 de mayo de 2016

“EL QUE ME AMA GUARDARÁ MI PALABRA”
“La Paz les dejo, mi Paz les doy: No se las doy como la da el mundo…”

Las lecturas de hoy nos introducen a lo que viviremos los próximos domingos, cuando celebremos la Ascensión y Pentecostés. Jesús nos dice que regresa al Padre con la seguridad que no nos abandona: “El que me ama guardará mi palabra y mi padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14, 23). Más adelante nos asoma la Solemnidad de Pentecostés: “El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien se los enseñe todo y les vaya recordando todo lo que les he dicho” (Jn 14, 26).  Y nos da un detalle alentador: “La Paz les dejo, mi Paz les doy: No se las doy como la da el mundo” (Jn 14, 27).

Estas pocas palabras son suficientes para dar a entender a cada uno de nosotros el significado de la paz en nuestras vidas. Es el deseo de Jesús que nos inquieta y nos hace estar siempre más cerca de Él.

Desean la paz quienes perciben su propia vida amenazada por las insidias del mal.
Desean la paz los que sienten que el pecado les cubre sin compasión.
Desean la paz quienes se encuentran en su lecho de enfermedad, los que sufren, los excluidos, los que ven la armonía como algo lejano.
Desean la paz los corazones puros, sinceros y llenos de amor de Dios.

Por diversos motivos, la paz ha sido muchas veces más un deseo que una realidad, por el mismo hecho que los hombres la buscan sin la mirada puesta en Jesús. La paz es un saludo de buenos deseos, es aquello que, desde la perspectiva de Dios, llena el corazón del hombre y hace de la vida un itinerario de fe y esperanza. Es el cumplimiento de la promesa de Dios: la plena realización de su alianza con nosotros.

La paz que ofrece Jesús, y que los discípulos entenderían después de la resurrección: es SU paz, hecha vida en el sacrificio anunciado en la Última Cena. Esas palabras de Jesús se convierten en la paz verdadera, única vía para que se pueda realizar la armonía y la unión entre Dios y los hombres. Se vive esa armonía si se busca cumplir la voluntad de Dios, si estamos dispuestos a vivir correctamente la relación con los demás, orientando positivamente los buenos deseos que se tienen y se viven desde lo más profundo del corazón, convirtiéndose en experiencia de vida cristiana.

UNIDOS A MARÍA…

Con la fuerza del Espíritu y de la mano con María, nuestra Madre, caminemos en unidad y armonía. Que todos y cada uno de nosotros seamos evangelizadores y promotores del mensaje de amor y paz que debemos llevar a todos, sin exclusión y con decisión. ¿Nos estamos preparando de la mejor manera, para la venida del Espíritu Santo? Así sea.

“En los inicios del cristianismo, el modelo de la comunidad cristiana se centró en el amor fraterno. Este fue presentado como la mejor carta de identidad de los discípulos de Jesús (cf. Jn 13,35). Poco a poco, los creyentes fueron entendiendo que ser hijos de Dios los convertía en hermanos. Por eso, aprendieron a poner todo en común y así nadie pasaba necesidad (Cf. Hech 2,42ss). El amor no es un acto de filantropía, sino una virtud propia de quien ha recibido el bautismo. El mensaje de las Sagradas Escrituras y el de los Padres de la Iglesia han profundizado esta enseñanza. La Iglesia, mediante su Doctrina Social y el Magisterio de los Papas también ha arrojado luces para promover y hacer realidad la solidaridad efectiva. Como lo señalara San Juan Pablo II, la solidaridad es propia de todo discípulo de Jesús. Esta no es, pues, un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos. Esta determinación se funda en la firme convicción de que lo que frena el pleno desarrollo es aquel afán de ganancia y aquella sed de poder de que ya se ha hablado (Sollicitudo Rei Socialis, n. 38).(Carta Pastoral, El gozo espiritual de ser pueblo de Mons. Mario del Valle Moronta Rodríguez, Obispo de San Cristóbal, 2016).

 José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

1 comentario:

Beatriz Morales dijo...

Excelente Padre! Que el Señor nos conceda siempre su Paz...Amén

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...