José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
En Sintonía con Jesús Radio

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jueves, 30 de diciembre de 2010

Feliz Año 2011

Decir gracias no cuesta…

Cada vez que culminamos algo tenemos la satisfacción de haber contribuido a ello y constatamos que el corazón se engrandece, sintiéndonos partícipes de la alegría que llena nuestro ser. Existe una palabra que decimos cada vez que queremos dar a entender que estamos complacidos y contentos por lo realizado, es una palabra que conocemos pero a la vez olvidamos, es una palabra que dice todo y a la vez puede dejar en algunos un sabor de pena, es una palabra que concluye una etapa y comienza otra... esa palabra es corta pero está llena de un gran significado: GRACIAS. Esto nos lleva a pensar en la importancia de una palabra tan pequeña pero de gran significado; nos lleva a creer que es posible reconocer con pequeños detalles la obra tan maravillosa que Dios hace en nosotros, nos lleva a decirla con todo nuestro corazón. Las gracias se dan por haber aprovechado el tiempo, por entender que este va de la mano junto a ella... Leamos con atención la siguiente historia: “un alma recién llegada al cielo se encontró con San Pedro. El santo llevó al alma a un recorrido por el cielo. Ambos caminaron paso a paso por unos grandes talleres llenos con ángeles. San Pedro se detuvo en la primera sección y dijo: “Esta es la sección de recibo. Aquí, todas las peticiones hechas a Dios mediante la oración son recibidas”. El alma miró a la sección y estaba terriblemente ocupada con muchos ángeles clasificando peticiones escritas en voluminosas hojas de papel de personas de todo el mundo. Siguieron caminando hasta que llegaron a la siguiente sección y san Pedro le dijo: “Esta es la sección de empaque y entrega. Aquí, las gracias y bendiciones que la gente pide, son empacadas y enviadas a las personas que las solicitaron”. El alma vio cuán ocupada estaba. Había tantos ángeles trabajando en ella como tantas bendiciones estaban siendo empacadas y enviadas a la tierra. Finalmente, en la esquina más lejana del cuarto, se detuvieron en la última sección. Para su sorpresa, sólo un ángel permanecía en ella ocioso haciendo muy poca cosa. “Esta es la petición del agradecimiento”, dijo san Pedro al alma. “¿Cómo es que hay poco trabajo aquí?”, preguntó el alma. “esto es lo peor - contestó san Pedro-. Después que las personas reciben las bendiciones que pidieron, muy pocas envían su agradecimiento”. “¿Cómo uno agradece las bendiciones de Dios?”, preguntó el alma. “Simple - contestó san Pedro -. Sólo tienes que decir, gracias Señor”.

No dejemos que se acabe en un instante la grandeza de esta palabra, que aún en su sencillez, no deja de llenar el corazón de todos aquellos que buscan con amor reconocer en los otros que es posible decir, sin temor a equivocarse: GRACIAS...

Dios les conceda a nuestros lectores un feliz año, colme de paz y alegría cada corazón y podamos todos seguir sirviendo al prójimo, viendo el rostro de Cristo en los pobres y excluidos, dando nuestro aporte “para la renovación moral de nuestra sociedad y la defensa y consolidación de la institución familiar en nuestra región. Dios les bendiga. Así sea.

P. José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

domingo, 26 de diciembre de 2010

La Sagrada Familia

¡Gracias a Dios por la familia!
“El Señor les ha perdonado: hagan ustedes lo mismo”

Este domingo es la continuación del itinerario que todo cristiano debe cultivar y construir: la vida en familia como don de Dios pidiendo para ella y para el mundo la luz de Dios y la paz. Las lecturas de este día nos preparan para comprender no sólo lo que es una familia, sino lo que en la vida cotidiana debemos hacer: honrar los padres, sobrellevarse mutuamente, perdonarse, ser luz y fomentar la unidad…

Un mensaje de paz para la familia y el mundo
La vida de todos y cada uno de nosotros debe ser testimonio de paz, de unidad, de armonía. Ello se consigue si vivimos en el respeto, con educación, ayudando a quien lo necesita y fortaleciendo nuestra fe. En medio del desinterés de muchos, tenemos el total amor de Jesús que nos hace parte de su familia, aún en medio de las dificultades que se nos puedan presentar. Es necesario seguir pidiendo por ella a fin que sea fuente de la vida que experimentamos gracias a la presencia de Dios. La paz debe ser el signo y el símbolo que acompañen la existencia de tantas almas necesitadas de Dios; tantos hombres y mujeres sedientos de su amor, deseosos de tranquilidad y de armonía; tantos niños que más que un juguete necesitan cariño y ternura; tantos jóvenes que más allá de vicios cargados de curiosidad, necesitan una mano amiga, que les acompañe a ser auténticos portadores de esperanza. La paz es signo de amor en la familia de la humanidad cuando cada hombre y cada mujer asumen sus propios retos y sus propias responsabilidades; cuando quienes gobiernan los pueblos del mundo se adhieren a vivir en unidad y trabajar por ella; cuando quienes la predicamos, trabajamos y luchamos por ella teniéndola en alto como el gran valioso tesoro que es. Este domingo se nos invita a que cada día valoremos lo que tenemos: nuestros padres, hermanos, amigos. Se nos pide ser testigos en espíritu y verdad del amor de Dios, reflejado concretamente en el rostro de tantos hermanos y hermanas nuestros, que mirando al cielo claman a Dios para así poder mirar a la tierra y encontrar quien les ayude. No dejemos que este fin de año sea uno más de tantos en los cuales el protagonismo lo tienen las cosas materiales, seamos portavoces del protagonismo que Jesús niño posee, no por deseos de poder sino con el poder de amar y compartir con los corazones y las alamas sedientas de paz y hermandad.

Caminemos juntos con la Sagrada Familia…
No dejemos apagar la llama que la Navidad encendió en nuestros corazones; seamos esa luz que camina hacia los sitios más recónditos dónde necesiten de ella. Llevémosla junto a Jesús, José y María, a todas las familias, a todos los hogares y si a alguno de ellos no podemos llegar, dejemos que se extienda gracias a los sentimientos de unidad, de fe y de hermandad que existen en nuestras comunidades, cultivando aún más el deseo de evangelizar en espíritu y verdad sin excluir a nadie, siendo testigos de la verdad y la justicia.

Para todos nuestros lectores el más sincero deseo de paz.
Que de ella se desprendan los más hermosos sentimientos para todos sin distinción de raza o credo o condición social. Luchemos para que nadie impida la entrada de la acción misericordiosa y plena del amor de Dios en nuestros corazones. Dios les bendiga a todos.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Natividad de Nuestro Señor Jesucristo

¿Otra Navidad? No, ¡Navidad…y para todos!


Muchos son los saludos y las palabras que en este día se intercambian junto con el deseo de pasar una feliz navidad. En la noción del tiempo y del espacio muchas personas no podrán sentir el espíritu navideño. Para muchos la Navidad será una estrella fugaz que recorre el cielo y deja solo un recuerdo de haber visto su ráfaga y nada más. Muchos hermanos y hermanas nuestras viven en continua espera de que llegue una luz pero nada, nada de nada. En muchos sitios se dan regalos, juguetes, prendas, vestidos, pero el amor sigue quedando alejado de muchas de esas cajas o paquetes adornados artísticamente bien pero sentimentalmente lejos de la realidad. Es Navidad para el pobre, para el indigente, para la madre abandonada, para quien se consume en el licor o las drogas. Es navidad para quien no cree en ella; también lo es para aquellos que reciben un regalo y para los que no. Es Navidad para los niños y ancianos, para los que se sienten libres y para los privados de libertad. Es Navidad para los secuestrados donde quiera se encuentren, para sus familias, para quienes han perdido la esperanza y para aquellos que aún sienten una llama que saben no se apagará. Es Navidad para los que no respetan la vida de los demás y para los que creyendo tener la razón, humillan y ultrajan al prójimo. Para todos los hombres y mujeres es Navidad, para todos nace Jesús…pero tristemente no todos los corazones están disponibles y abiertos a su llegada… ¡Qué locura tan admirable la de Dios! Quiere nacer de nuevo en el hombre y la mujer de hoy. Quiere repetir cada día el anuncio de la buena noticia, del Evangelio del amor, de la verdad y de la justicia. Dios se hace uno de nosotros para que nosotros estemos y vivamos en Él. No perdamos esta oportunidad, recordemos que no es otra navidad más sino que ES NAVIDAD PARA TODOS donde debemos dar lo que nos pertenece y no lo que nos sobra... Felicidades y los mejores deseos para todos y cada uno de nuestros lectores. Dios les bendiga y Feliz Navidad...

P. José Lucio León Duque

joselucio70@hotmail.com

jueves, 16 de diciembre de 2010

IVº domingo de adviento

Jesús, José y María: nuestra familia

“La Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".”

Iº lectura: Is 7,10-14; Salmo: 23; IIº lectura: Rom 1,1-7

La liturgia de estos días ha tenido un acento particular con la llegada de Jesús. Este domingo se caracteriza por la inminente llegada del hijo de Dios. El pueblo se prepara para recibir al hijo de Dios y las lecturas junto con el salmo nos muestran este detalle. El Hijo de Dios nos regala su presencia, sus dones, su vida misma, su amor: recibámoslos.

El amor incondicional de José

Hay innumerables detalles de amor en la liturgia de hoy, y uno que no se puede ni se debe dejar pasar es el amor de José hacia María y hacia su hijo. Amaba su prometida, y nos dice el evangelio que decidió repudiarla en secreto y sabemos por qué. Se resaltan varios aspectos de José: hombre justo, obediente a la voluntad de Dios y amoroso; eso lo lleva a vivir en santidad y, por ende, a demostrar a todos -hombres y mujeres- que es posible ser santos y vivir cotidianamente esta condición. Su amor incondicional va más allá de cualquier rumor o crítica, él ama a su mujer, la ama totalmente con un amor verdadero y puro. José completa la escena de la Sagrada Familia, lo cual nos enseña que es necesario comprender que la unidad, la armonía y la comprensión son fundamentales en todos los núcleos familiares. José es junto a María, testigo del amor de Dios para con todos y ello nos lleva a vivir aún más nuestra condición de cristianos fieles. Tenemos la oportunidad de vivir este tiempo de la llegada de Jesús confiando más en Él, en su presencia y el designio divino que está destinado para todos. El Santo Padre Benedicto XVI nos exhortaba hace algún tiempo que debemos dejar que Jesús nos lleve de la mano, que confiemos en Él, que nos fiemos de Él. “En la noche de Belén, el Redentor se hace uno de nosotros, para ser compañero nuestro en los caminos insidiosos de la historia. Tomemos la mano que Él nos tiende: es una mano que nada nos quiere quitar, sino sólo dar”. Así como José, tengamos plena confianza en Dios y seamos dóciles a su acción sobre nosotros.

Llamados a evangelizar…

En este momento en el que nos preparamos para recibir a Dios niño, pedimos paz para todos y junto a ella la capacidad necesaria para comprendernos y ayudarnos cada día más. La Iglesia tiene el reto de llegar a todos y cada uno de los corazones para ayudar en la construcción del Reino de Dios. Que esta Navidad sea el momento favorable para respetarnos, reconciliarnos de verdad y no en apariencia; que cada corazón sea testigo del anuncio de la buena noticia y, junto a la protección de María y de José, podamos transmitir con las palabras del apóstol de las gentes: “A todos…, a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de los santos, les deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo”. Así sea.

P. José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

sábado, 11 de diciembre de 2010

IIIº domingo de Adviento

Mantengamos la firmeza y caminemos sin temor…

Tengan paciencia también ustedes, manténganse firmes, porque la venida del Señor está cerca.”…


Iº lectura: Is 35,1-6a.10; Salmo: 145; IIº lectura: St 5, 7-10; Evangelio: Mt 11, 2-11


Alegría, regocijo y gran expectativa nos produce la venida del Señor. El profeta Isaías deja ver la imagen fructífera del desierto que florece en nuestra vida, subrayando la alegría de poder cambiar o mejorar siempre más; se subraya la paciencia y el buen trato que debe existir entre todos, ya que el Señor está cerca, ratificando el inmenso amor de Jesús para los suyos resaltando la grandeza de Juan el Bautista, el precursor, indicándonos así lo que cada uno de nosotros debemos poner en práctica.

Juan el Bautista, el mayor entre los nacidos de mujer…

El itinerario del Adviento nos presenta a Juan el Bautista como ejemplo de lo que la liturgia de hoy nos ofrece: regocijo, alegría, fortaleza, fidelidad, justicia, paciencia. Juan es quien anuncia y denuncia, es quien sin miedo habla de Dios como guía de nuestra vida; es aquel que prepara no solo a los de su tiempo, sino también a nosotros en la vida cotidiana para perfeccionar nuestra adhesión a Dios y al mensaje del Evangelio. Él predica en el desierto y justo allí florecen las esperanzas, es en el desierto donde germina el deseo de encontrar a Dios y seguir sus pasos. ¡Cuánto desierto encontramos en nuestra vida! ¡Cuántos momentos de tristeza, de dolor, de angustia! ¡Cuánta impotencia ante la injusticia que reina en ciertas situaciones que parecen no tener vía de salida! Ante todo esto se asoma una luz que nos ilumina desde lo más profundo de nuestro ser: la llegada de Jesús. Ante la duda de muchos y el asombro de otros, ¡Él es quien debe venir!, Él es quien nos salva, quien nos ilumina, quien nos da la fuerza para cultivar aún más el regocijo de su venida, la alegría de su presencia y la fidelidad a su mensaje. Quien está lejos de la palabra del Señor, quien no vive en Dios sino que usa y abusa de la vida misma en desprestigio del hombre, se acerca más a la experiencia del mal y por ende, al pecado. Juan, el mayor entre los nacidos de mujer, nos motiva para ser testigos de lo que nos anuncia el Evangelio de la verdad...

María nos enseña y ayuda a esperar…

En pocos días celebraremos el nacimiento de Jesús. En los pesebres colocaremos su imagen, muchos le dejarán sus carticas y los tradicionales villancicos hacen que un solo canto se eleve al cielo para entonar junto a los ángeles la paz, la alegría y la justicia. No dejemos pasar este momento, recordando que alguien espera de nosotros la alegría que viene de Dios y el testimonio de una vida, que como la de María Santísima, Madre Inmaculada, Virgen de Guadalupe, nos enseña la paciencia y la humildad. Así sea.

P. José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

martes, 7 de diciembre de 2010

La Inmaculada Concepción

María Santísima: ejemplo de armonía

y fraternidad…

“Que Dios…les conceda a ustedes vivir en perfecto armonía unos con otros, conforme al espíritu de Cristo Jesús, para que, con un solo corazón y una sola voz alaben a Dios…”

A la luz de la Inmaculada Concepción de María Santísima Virgen María, continuamos nuestro itinerario de fe y esperanza en este tiempo de Adviento, tiempo favorable para nuestra salvación. La caída en el pecado por parte del hombre y de la mujer por influencia del demonio (Iº lectura); la invitación a salir de ese pecado y a vivir en unidad, armonía y paz (IIª lectura) y el anuncio del nacimiento de Jesús del seno virginal de María nuestra madre (Evangelio), reflejan la esperanza y la confianza que debemos tener en Dios y en la intercesión de nuestra Madre del cielo.

La alegría y la pureza de María

El dogma de la Inmaculada Concepción decretado por el Papa Pio IX en el año 1850, nos lleva, junto a las lecturas de este domingo, a reflexionar sobre algunos temas específicos: en primer lugar, debemos sentir la alegría que el adviento proporciona, el carácter penitencial que también propone y la presencia de María en este itinerario. Esto nos da la esperanza, nos da la fuerza para salir ilesos del pecado, para reconocer y no dejarnos influenciar por la tentación del enemigo que desea quitarnos la vergüenza para no ser fieles a Dios. La actuación de Adán y Eva en el jardín del Edén causa un efecto de tristeza por las consecuencias del pecado pero ello abre igualmente un camino: la esperanza de vivir en la luz emprendiendo el verdadero camino. En segundo lugar, se nos invita a vivir, con la gracia de Dios, en perfecta armonía y unidad. Este aspecto es necesario cultivarlo y mantenerlo ya que la unidad, junto con la armonía, ayuda al crecimiento espiritual del ser humano. En tercer lugar, junto a la caída del hombre y de la mujer y de la unión que se debe vivir en Dios, surge la figura de María Santísima. Su figura maternal nos da la certeza de ser hijos llamados a vivir en paz, unidad y armonía. María es la llena de gracia, es la elegida para ser la Madre de Dios, la madre de todos y cada uno de nosotros, la mujer decidida a enseñarnos que la armonía es posible, que la unidad es factible, que la pureza y la sinceridad son caminos de vida. María, la madre de este itinerario de Adviento, Madre Inmaculada, María de Guadalupe, la luz que enciende nuestros corazones nos muestra la vía a seguir: “Yo soy la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que has dicho”. Así sea.

P. José Lucio León Duque

joselucio70@gmal.com

viernes, 3 de diciembre de 2010

IIº domingo de Adviento

Convertirse y prepararse…

“Conviértanse, porque está cerca el Reino de los cielos. Este es el que anunció el Profeta Isaías diciendo: "Una voz grita en el desierto: preparada el camino del Señor, allanen sus senderos".”

Iº lectura: Is 11, 1-10; Salmo: 71; IIº lectura: Rom 15, 4-9; Evangelio: Mt 3, 1-12

Prepararse para la conversión, es una de las invitaciones que se nos regala en el tiempo de Adviento, de manera especial, en este segundo domingo. Se presenta la figura sencilla, austera y llena de fe del precursor. Su misión es la de preparar el camino del Mesías, llamando al pueblo de Israel a convertirse y arrepentirse de los pecados.

Preparar el camino…

Mientras continúa el camino del Adviento y nos preparamos para celebrar la Navidad, se verifica en nuestra sociedad el llamado de Juan, la voz que grita en el desierto, en el vacío en el que muchas veces nos encontramos. Es un llamado que motiva a abrir nuestros corazones y recibir al Hijo de Dios que viene en medio de su pueblo. Hoy está en juego nuestro destino: nuestro comportamiento hoy, será garantía de la recompensa eterna. Juan habla a través de los siglos, a todas las generaciones, a todos y cada uno de nosotros. Sus palabras, claras y duras, son alivio para el hombre de hoy, hombres y mujeres de nuestro tiempo, donde aún se perciben síntomas de mentalidades materialistas. La “voz que grita en el desierto” nos pide preparar la venida de Jesús, y ello se proclama en “los desiertos de hoy”, desiertos interiores y exteriores, sedientos del agua viva que es Cristo, que se dona a aquellos que tienen la disposición de vivir la conversión.

María nos enseña y ayuda a esperar…

En pocos días celebraremos el nacimiento de Jesús. En los pesebres colocaremos su imagen, muchos le dejarán sus carticas y los tradicionales villancicos hacen que un solo canto se eleve al cielo para entonar junto a los ángeles la paz, la alegría y la justicia. No dejemos pasar este momento favorable y recordemos siempre que alguien espera de nosotros la alegría que viene de Dios y el testimonio de una vida, que como la de María Santísima, nos enseña la paciencia y la humildad. Así sea.

P. José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

sábado, 27 de noviembre de 2010

I Domingo de Adviento

Caminemos hacia Dios sin miedo y con alegría
“La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz”

Iº lectura: Is 2,1-5; Salmo: 121; IIº lectura: Rom 13, 11-14; Evangelio: Mt 24, 37-44

Desde hoy se nos indica el camino que debemos seguir en este tiempo de Adviento que comienza. Es un tiempo de esperanza, de actividad, de atención y de buenas obras. Las lecturas nos llevan a centrar la atención en algunos temas fundamentales: encontrarse con Dios y caminar con Él, dejando peleas y sin guerras (1º lectura); actuemos bien, guiados por Dios y dándonos cuenta que debemos caminar en pleno día, con las armas de la luz (2º lectura) y estemos preparados para cuando el Señor venga (Evangelio).

Salir al encuentro del Señor con gozo
El tiempo de Adviento es un momento favorable en el cual la Iglesia nos muestra su riqueza y su amor para con nosotros. Nos invita a dar pasos importantes respecto a la presencia de Dios en nuestra vida, e igualmente se nos indica la segunda venida de Jesucristo al final de los tiempos. No veamos esto como una amenaza, como algo que mientras más lejos esté o menos se hable de ello es mejor, pues aunque parezca como una situación con lo que terminará nuestra existencia, no es así. La presencia de Dios es alegría, es gozo; encontrarnos con Él es vivir con sinceridad la unidad, es dar una luz de esperanza a quien la necesita con la certeza que Dios está ahí, junto a nosotros, guiándonos con su luz. Este día y este tiempo, se presenta como una señal pues se nos invita con garantía y seguridad a caminar hacia el encuentro del Señor; se nos motiva a decir con el salmista: “¡qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! La luz es guía, es lo que se opone a la oscuridad y a las obras que nos alejan de Dios, es lo que se opone a la maldad que entra en el corazón de quien vive sin Él, a las injusticias cometidas por falta de amor, de honestidad, de decisión. San Pablo nos exhorta claramente a despertar, y así darnos cuenta del momento en el que vivimos; nos invita a revestirnos del amor de Jesús para alejar todo aquello que nos aparta de la verdadera vía.

La madre de la luz
María Santísima nos anima y nos ayuda a vivir en esperanza; ella es ejemplo de fortaleza y sencillez para afrontar la vida tal como debe ser. Confiemos en que ella siempre nos acompaña y nos muestra la vía que nos lleva a Jesús. Que nadie sienta que en su vida falta el amor de Dios, ya que todos estamos llamados a ser testigos del evangelio viviendo como discípulos y misioneros, la unión y el amor que todos los pueblos debemos llevar como única bandera y así obtener la salvación. Esto nos lleva a decir con convicción: unámonos en nombre de Dios para llevar a todos los lugares y a todas las personas el anuncio del mensaje de Jesucristo. Así sea.

P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com

sábado, 16 de octubre de 2010

XXIX Domingo del Tiempo Ordinario

El hombre de hoy clama justicia…
“¿Creen ustedes acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar.”

Iº lectura: Ex 17, 8-13; Salmo: 120; IIº lectura: II Tim 3,14- 4,2; Evangelio: Lc 18, 1-8

Nos ha sucedido, que al menos una vez en la vida, al encontramos en un momento difícil, alguien nos ha aconsejado la oración para encontrar paz y sosiego a nuestra alma; y clamar insistentemente al cielo la justicia que necesitamos. La liturgia de este domingo, día del Señor, insiste en este tema.

La oración perseverante…
La oración piadosa, inundada de fe, hecha con absoluta confianza, con total desprendimiento de egoísmo, vanidad o avaricia y con la certeza que sin Él no se puede hacer nada; ésa, es la que nos da la “posibilidad” de obtener lo que pedimos. Y digo “posibilidad” porque nuestra oración no es una orden impuesta a Dios, ni Él está obligado a cumplir nuestra voluntad; es Dios en Su infinita sabiduría, quien considera lo que es justo e injusto, y finalmente hace Su voluntad, que siempre será lo mejor para sus hijos, así no lo entendamos. El evangelio de hoy, señala una de estas cosas malas: la injusticia de los hombres. En este caso la injusticia es cometida tanto por el adversario de la viuda como por el juez, quien se supone sea la persona encargada de administrar la “justicia”. Pero la justicia divina es superior a la terrenal. Dios juzgará y actuará como juez honesto y justo, sólo debemos ser pacientes y aguardar como aquella viuda, a que llegue el momento, porque Dios, al escuchar nuestra súplica, sin duda alguna responderá y nos ayudará. La oración y la reflexión personal, junto con el conocimiento y la profundización en la Sagrada Escritura, hacen del cristiano, alguien pleno de la sabiduría, de una sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe; es decir, a alguien “perfecto y preparado para toda obra buena”. Veamos, pues, en todo esto, el valor fundamental de la oración, su influencia en el hombre y la receptividad con que Dios la acoge. Venceremos al mal con la fuerza de la oración y con la práctica de la virtud; virtud entendida no como una simple idea humana o filosófica sino entendida de una manera más elevada y sublime, que eleva lo humano y lo acerca a Dios, algo que solo la fuerza del amor de Dios puede donar.

María, guía de la nueva evangelización
Seguir a Jesús es caminar por la senda de la justicia, es garantía para sentir Su amor en nuestro corazón, es tener la certeza de que todo mejorará… María del Táchira nos sigue llevando de la mano para perseverar cada día y dar testimonio de la justicia de Dios en espíritu y verdad como discípulos y misioneros. Así sea.

P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com

jueves, 16 de septiembre de 2010

XXV Domingo del Tiempo Ordinario

¿Quiénes son los hijos de la luz?

“Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración dondequiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras…”

Iº lectura: Am 8, 4-7 / Salmo: 112 / IIº lectura: 1Tim 2,1-8 / Evangelio: Lc 16, 1-13

Este domingo, nos encontramos con la luz, signo y símbolo del Señor. Así como la luz y el día se oponen a la noche y a las tinieblas; de la misma manera los hijos de la luz (los cristianos) se oponen a los hijos de las tinieblas o hijos de este mundo. La verdadera riqueza está en la fe, la cual sólo la poseen los hijos de la luz, quienes la fortalecen en la oración. Pero…atención: ¡Hay sombras que se presentan en la vida de todos y cada uno de nosotros!

Los hijos de la oscuridad están al asecho

Quien no está de parte de Dios, busca la forma de alejar cada vez más a los hijos de la luz. La presencia de quien se niega a ser luz, termina aceptándose como algo “común” y/o “normal” en la vida cotidiana. Ello puede dar a entender que “es bueno no ser bueno”; en este sentido, da lo mismo dañar a alguien, puesto que es algo “normal” en el mundo de hoy. Los hijos de este mundo son sagaces y astutos -en sentido malicioso-, no desean la paz ni el equilibrio, no obran la caridad; prefieren sentirse dueños del mundo y de las conciencias olvidando que quien gobierna es Dios. Los hijos de las tinieblas se presentan con apariencia de sencillos y humildes, disfrazan sus vidas mezquinas con falsos amores y en muchos casos colocan el dios dinero por delante para atrapar víctimas. Dan pena, lástima y tristeza al corazón de Jesús, quien pide al Padre misericordia y piedad para con ellos. La verdadera luz del hombre es la oración. Quien es cristiano ora por todas las personas y necesidades. El cristiano sabe que esta riqueza tan grande (la oración), le acerca a su salvador y que además es una forma extraordinaria de conseguir el perdón de sus pecados. Quien ora alza al cielo sus manos puras y ofrenda a Dios sus mejores sentimientos, su mejor tesoro. La Iglesia es una comunidad de creyentes en la cual todos tienen su espacio, y aunque es de todos, ella tiene una particular preferencia por los pobres y excluidos. Hagamos hoy una oración por sus hijos para que nuestro compromiso sea convertirnos en luz para los demás, luz para el mundo pero también y de manera especial, en luz de nuestros propios hogares.

En unión con María…

En este itinerario de fe, María Santísima nuestra madre, nos acompaña e indica el camino a seguir. Ella, madre del amor y maestra de oración, nos enseña a orar, escuchar a Jesús y guardar en nuestro corazón sus palabras y enseñanzas para que seamos testigos del amor de Dios. Así sea.

P. José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...